Caifanes II (El Diablito)

Retrospectiva discográfica

Mi primer acercamiento con Caifanes, fue mediante este disco “El Diablito”, y dicho encuentro se facilitó con un compañero de secundaria que era muy fan de la banda, y me encontró como la víctima perfecta para permear su “conocimiento” adolescente del rock, puesto que, yo en aquellos días escuchaba otros géneros como música romántica, pop y de cierta manera, me sentía rudo con Maná.

Recuerdo que, cuando me prestó el cassette, él decía, escucha “El Diablito” está bien bueno, y yo, al principio me porté indiferente, pero ciertamente me intrigó el por qué le decía así, y en su momento, me comentó que la popularidad del mencionado nombre fue derivado de los diablitos que vienen en la portada y contraportada, dichas imágenes remitían a la lotería y a las figuras de barro que venden los artesanos en varios pueblos de México.

Cuando me lo prestó, me dijo compra un cassette de 60 minutos, “grábalo, ahí cabe bien”, me lo llevé a casa, con curiosidad, tengo que aceptar que, en primera instancia, me costó trabajo ponerlo en el estéreo de la casa, porque, para ser sincero, solo había uno, y era dominado por mi papá, además que, la familia estaba acostumbrada a escuchar música como boleros, instrumental, sones o música regional mexicana, música de moda, entre otros, o lo que presentaran en aquellos días los programas de entretenimiento del Canal 2, por lo que, digamos que, mi contacto con el rock era nulo o escaso, y eso, porque mi papá a veces llegaba a poner a The Beatles, y algunos grupos más, y lo poco que sabía acerca de Caifanes, era por pláticas que entablaba con mi ahora excuñado, que al ser 15 años mayor que yo, le tocó la época de gran popularidad de Caifanes.

Ciertamente, la primera vez que escuche “El Diablito” fue en un walkman, y recuerdo con mucho cariño y nostalgia, todas aquellas emociones que se expresaron dentro de mí, era un mundo diferente al que conocía, era la música que mi adolescencia me exigía escuchar, letras en donde no entendía nada, ritmos donde pusieron en el olvido a Maná, me ayudó a crear atmósferas oscuras como nunca había imaginado y me dejo la sensación de “quiero más”, gracias a mi amigo y a este disco me encontré con  un mundo nuevo y maravilloso, grabé y repetí el cassette hasta el cansancio.

En la apertura con “Detrás de ti”, me sentí emocionado, extrañado por esa entrada dura, pero que rápidamente cambiaba de ritmo y mientras en la letra se expresaba la necesidad de alejarse de esa persona que no te hace caso, que, por cierto, como buen adolescente me sentí plenamente identificado, porque, mientras las hormonas empiezan a realizar su trabajo, me acuerdo de aquellas niñas que me gustaban, y aunque me decían que no tenían interés en mí o quedábamos como “solo amigos”, yo les regalaba cosas, y la lírica venía como anillo al dedo para mí, y aquellos gritos desgarradores de la canción diciendo ¡Ya no!, ¡No!, provocaban sensaciones de insatisfacción pero a la vez de calma, mientras pensaba en esas niñas.

“Antes de que nos olviden”, fue toda una extrañeza para mí, porque después de escuchar una canción rápida y furiosa como introducción, venía este canto que a la fecha aún me parece que simulan un rezo, en el cual, hacen muchas analogías y trataba de entender lo que decía, tengo que mencionar que mi amigo, ocupó parte de la letra en un concurso de calaveritas, y en ese momento, pude ver la influencia que tenía la banda, su música y letra, en él, y yo quería ser partícipe de aquellas emociones.

Con la canción 3, “La vida no es eterna”, me sumergió a un mundo oscuro pero real, porque hace mención del envejecimiento del humano, y cuando uno es muy joven, no presta atención a éstas cosas porque te sientes inmortal y esta letra con su lamento final y su cierre era una bofetada para ponerme a pensar acerca de mi mortalidad.

“De noche todos los gatos son pardos”, es una frase que menciona mucho mi papá, pero no entendía su significado y con aquella edad, me confundía mucho más, pero sentía que eran letras en las cuales, se escuchaba cierto enojo, pero el ritmo frenético me hacía mover la cabeza y empezar a rockear con los riffs tan precisos de Alejandro Marcovich, con “Sombras en tiempos perdidos”, nuevamente me bajaba un poco los decibeles, pero a pesar que la canción dura cerca de los 6 minutos, no lo veía en nada aburridos, me intrigaba ver que seguía, y con esas campanas de fondo, es como si escuchara a lo lejos el llamado a misa mientras mi viaje transcurría en esa oscuridad que brindaba la atmósfera del disco.

Una de mis canciones favoritas de toda la vida, llegaba con “El negro cósmico”, desde aquella primera vez que la escuché me emocionaba, me hacía brincar, cantar y sacar esa energía acumulada y hoy, cada que tengo oportunidad de ver a la banda en vivo, llego al éxtasis total cuando la tocan, esa fuerza impregnada, esa rabia de decirle a alguien “…En que me digas que me crees y no crees nada”, ese dejo de soledad y aislamiento, encontrándote perdido en algún lugar.

“La célula que explota”, era un must como adolescente y un himno que debías saberte, debo reconocer que, en aquel tiempo, me emocionaba mucho, pues esa trompeta al cierre de la canción, le daba un toque de mariachi, le ponía un sabor en particular, y ayudaba a resaltar a la letra, aquella tristeza plasmada por Saúl Hernández, en el que describía como la relación de pareja, llegaba a su fin por situaciones irreconciliables, hoy en día, sé que es una canción obligada de la banda y con la cual muchas personas inician el camino para adentrarse en su música, pero en lo personal, años después puedo prescindir de ella, ya que, no me provoca las mismas sensaciones que antaño, si la llego a escuchar tiene que ser con el disco completo, viéndola como en un entero no como una parte individual.

“Aquí no pasa nada”, una canción favorita del disco, con la que imaginaba ese mundo descrito por Saúl, en el que, por la edad que yo tenía, no entendía lo que me quería decir, esas analogías, de una sociedad descompuesta y su grado de protesta, alcanzaban a un adolescente que simplemente se dejaba llevar por los cambios de ritmos, una batería hipnótica y la melodía que fácilmente podía tararear.

“Los dioses ocultos”, seguían con el misticismo del disco, me hacían voltear hacia arriba implorando a alguien, que esas inseguridades y miedos, que abordaban mi joven vida, las superara con facilidad, a quien se lo pedía, no lo sé, alguna vez fui escuchado tampoco lo sabré, pero la música me confortaba.

El cierre del disco venía con dos de mis canciones favoritas “El elefante” y “Amárrate a una escoba y vuela lejos”, la primera es una canción fuerte, llena de protesta, y el simbolismo de un elefante que reclama y reclama pero no puede hacer nada y siempre es callado, y con la segunda, llenaba mi cabeza de imágenes de delfines, escobas, oscuridad, noche y luna, que terminaron por satisfacer mi intriga por el disco, a esa edad y con mi nulo conocimiento de música, era extraño como una banda podía iniciar un disco de tal forma con “Detrás de ti” y terminar con “Amárrate…” ya que eran distintas entre sí, pero se mantenía ese sonido Caifán tan inconfundible.

Este es uno de mis discos favoritos, sin temor a equivocarme, fue el disco que cambió el rumbo de mi vida por completo, fue el primero de todos, el que me hizo querer ver que había más allá, el que me convirtió en un ser siempre hambriento de música, gracias a mi amigo, por presentarme a Caifanes, por meterme a su mundo y por alimentar el deseo de querer escuchar más canciones y discos de Caifanes y por introducirme al mundo del rock, por abrirme los ojos y por darme un disco para siempre importante en mi vida.

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